Ya hemos vuelto de Lisboa.
La impresión es buena, a pesar de que el tiempo no siempre nos ha acompañado.
La ciudad sigue siendo muy agradable, aunque durante el fin de semana el centro estaba tan lleno de turistas, entre los que me cuento, que resultaba un poco agobiante.
No recordaba de mi primer viaje (hace casi 30 tacos) las muchas cuestas y lo muy empinadas que son. Menos mal que los elevadores y tranvías ayudan a salvar los desniveles.
En próximos post entraré en detalles, pero anticipo que es muy fácil comer bien en Lisboa y que la única pega es que en la mayoría de restaurantes no suelen tener menú. Aun así los precios son más económicos que en España.
La gente es muy amable y aunque leímos en blogs y foros que hay que vigilar a los carteristas, no tuvimos problemas en temas de seguridad. En general y hasta bien entrada la noche toda la ciudad se percibe como segura.
Visitamos el Parque das Naçoes (la zona de la Expo) y el Oceanario. También, debido al mal tiempo, estuvimos en el Centro Comercial Vasco de Gama. El conjunto da para una buena visita de medio día o más. En el CC comimos medinamente bien y por poco dinero. De todos modos, aunque grande no tiene mayor interés que los de aquí.
El Oceanario nos gustó bastante, aunque no somos mucho de estas cosas y personalmente esperaba más después de los muchos elogios que había leído por ahí.
También fuimos a Sintra. Muy bonito el Palacio da Pena y sobre todo la montaña-bosque-jardín que lo rodea. Recomiendo no perderse ese jardín bajo ningún concepto si sois de los que gustáis de pasear por ambientes naturales o sois amantes de las plantas.
También estuvimos en la Quinta Regaleira. La casa, de estilo neomanuelino, pero mucho más recargada que la estación de trenes de Rossio, no me interesó apenas. El jardín es de tipo ‘romántico’, con cuevas, cascadas, caminitos, vericuetos y muchas sorpresas… Me pareció mucho más interesante que la casa, aunque sin llegar al nivel del del Palacio da Pena. De todos modos, me pareció que el jardín de Regaleira haría las delicias tanto de enamorados como de niños que podrían disfrutar de lo lindo jugando al escondite y cosas parecidas. Eso sí, también tiene sus buenas cuestas y escaleritas.
Volviendo a Lisboa, el Barrio Alto da mucho de sí en cuanto marcha y gastronomía. Especial mención al Pavillon Chinés, sitio destacado e ideal lo mismo para tomar un buen coctel que un té fuera de lo común o un Porto exquisito. Hay varios ambientes, una decoración deliciosa y mesas de snoker para los aficionados al billar.
También fuimos a escuchar fados a la Tasca do Chico: buen ambiente, interpretaciones aceptables (sin más) y un precio excelente, aunque eso sí, es importante saber a que hora empieza el espectáculo si es a eso a lo que vamos, porque si llegas tarde es imposible entrar.
Alfama, sigue siendo para mi gusto el barrio con más encanto con diferencia, pero es cierto que ha perdido enteros por la competencia del Barrio Alto y tal vez por un cierto empobrecimiento de la zona, que hace que haya menos restaurantes que años atrás y que ya no se cocine en la calle (al menos en mayo) cosa que le daba muchísimo sabor y encanto.
A los amantes de lo antiguo y lo viejo, recomiendo no perderse la Feria da ladra, los sábados por la mañana (seguro) y tal vez los martes también. Hay quien dice por ahí que lo que venden son trastos viejos que no sirven para nada… Cuestión de opiniones: yo me llevé 6 vasos de los años 60 decorados por 5 euros y un cenicero de loza de una marca de brandy portuguesa por otro tanto. Además de dos bandejas, una de cristal y la otra de cerámica por uno o dos euros cada una. Había también relojes y despertadores antiguos, azulejos del siglo XVII en adelante y otras muchas cosas que ver o comprar. Se puede llegar a esta feria con el tranvía número 15, bajándose como si fuéramos al Panteón Nacional.
A destacar la Pensión donde estuvimos: Flor da baixa. Recién renovada y en pleno centro (Rua Portas de Santo Antao) la habitación era pequeña, pero muy acogedora, con 2 balcones a la calle y un gran cuarto de baño. Wifi gratis y todo muy limpio. ¡¡La habitación doble (sin desayuno) 40 euros la noche!!
En lo que a transporte se refiere: al salir de aeropuerto, aerobus nº 1, por 3,5 euros, te lleva al centro en un momento y el billete te sirve durante 24 horas para todos los transportes menos el metro. Para volver al avión se puede sacar el mismo billete 24 horas antes, solo que hay que validarlo antes de poder usarlo en cualquier transporte distinto del propio aerobus, pero no es problema.
El resto de días te sacas la tarjeta 7 colinas o Viva Viagem (es lo mismo) y por 5 euros puedes usar cualquier transporte público, menos los barcos que cruzan el Tajo.
En el apartado tiendas hemos visto que se conserva mucho mejor el sabor tradicional que en Catalunya donde las franquicias se han instalado arrasándolo todo. No es que en Lisboa no haya Zaras y cosas por el estilo, pero el sabor tradicional se ha mantenido tanto en la apariencia y decoración de los comercios, como en los productos que venden y la atención al cliente.
De los precios poco puedo decir, hay de todo, pero no encontramos gangas especialmente destacables.
Lo que sí está barato es el café y la pastelería. No es de extrañar que un delicioso café solo nos cueste de 60 a 75 céntimos en pleno centro (las terrazas son más caras) o que desayunar en Restauradores sentados en una mesa nos cueste menos de cuatro euros dos cafés y unos bollos.
También en los centros comerciales se mantienen precios aceptables muy por debajo de los que acostumbramos por aquí.
Y por el momento eso es todo. Mañana o pasado haré otra entrada más centrada en el tema de los restaurantes. ¡¡Hasta entonces!!